martes, 21 de diciembre de 2010

Sigue nadando, nadando, nadando...

Creo que no soy ni nunca he sido una persona que se dé por vencida fácilmente, sobre todo cuando se trata de conseguir algo que realmente deseo. Puede que a veces me vuelva algo flojilla, desganada, pero ¿rendirme? Recuerdo muy pocas veces en mi vida.
Sin embargo, no digo esto como un elogio a mí misma ni mucho menos, que ya bastante egocéntrica era la entrada anterior. Y digo que no es ningún elogio porque opino que la verdadera sabiduría no consiste en no rendirse nunca, sino más bien en saber cuándo es el momento justo para rendirse.

O más que para rendirse, para aprender a no forzar las cosas y dejarse llevar un poco por la marea, aceptar aquello que te da la vida (y lo que no te da) encarándolo todo con una sonrisa desafiante y pensando: "Bueno, algo sacaré de todo esto." Con la fe del que sabe que tarde o temprano podrá mirar atrás y unir los puntos.

Hoy tengo algo más de confianza que ayer en el futuro, pero menos de la que tendré mañana, porque estoy en pleno proceso de resurgimiento. Seguramente vosotros ya habréis vivido en vuestra vida algún momento así: un momento o una temporada en la que te sientes k.o., perdido, desorientado, decepcionado... tal vez triste o inseguro porque notas que una etapa de tu vida acaba de concluir. Hasta que poco a poco, hora a hora y día a día mientras dura ese extraño periodo de transición, te vas dando cuenta de que lo bueno de que acabe una etapa es que comienza otra. Y cuando por fin sales del hoyo al 100%, sales con más fuerza que nunca, con ganas de gritarle al mundo ¡Prepárate, porque otra vez soy yo, más yo que nunca! ¡Y voy a comerte enterito! Y resulta que al final vas y te lo comes.

Quedarse anclado no sirve de nada, vivir de recuerdos no sirve de nada, vivir de fantasías tampoco.

Hay que seguir adelante, dejando atrás lo que haga falta con tal de encontrarnos. Porque nosotros mismos somos el don más preciado que tenemos, y si lo perdemos o lo olvidamos en pos de conseguir espejismos efímeros, entonces, ¿qué nos queda?

Atrás quedará ese símbolo de los sueños imposibles; no olvidado, porque tampoco hemos de renegar de lo que formó parte de nosotros, pero sí atrás. Porque los sueños realmente imposibles, cuando uno está dispuesto a perderse por ellos, más que sueños acaban siendo pesadillas. Porque hay otros sueños difíciles pero al alcance, que dependen de nuestro esfuerzo, de nuestra tenacidad, de nuestra voluntad. Y de eso podemos andar sobrados.

A seguir nadando.


4 comentarios:

Laura dijo...

Pero muchas veces, por muy mal que estén las cosas, lo mejor es compartir esos momentos de bajón con quienes quieres. Porque nos preocupamos de ti y te queremos cantidad :3. no cejare en mi empeño del sexo telefónico :P. Besotes. Xa-LFDM

Leodin DaCore dijo...

Gran entrada :)

Adelardo dijo...

De verdad, increíble. Seguro que no te ibas a esperar esto, pero leer algo así es lo que me hacía falta desde hace un tiempo. Hasta ayer, que me atreví a decirme que el 2011 iba a ser un buen año, me sentía en un momento "entre etapas", esperando la siguiente y la siguiente no llegaba...
Por cierto, hoy, sobre la 1.30... te enterarás de un regalito que tengo para unos cuantos y que era el chantaje que le estaba haciendo a tu hermana

Alexia dijo...

Qué buena entrada. Ojalá pudiera ser tan optimista xD